lunes, 17 de marzo de 2014

No se dibujar.

Te veo ahí quieta, sin hacer nada. Sólo estás. 
Sonries como si fuese algo natural, como si la vida jamás te hubiera arañado, y haces que parezca sencillo.
Llevas auriculares, y ahora tengo la certeza de que escuchas canciones que alguien habría compuesto para alguien como tú. Letras que nacían del eco. Del eco de saberse aislado al mundo.
Llevas unos pantalones negros, y las piernas apoyadas en el asiento de delante, estiradas en un amananecer de noche cerrada. Una pequeña mochila sobre la que tamborilean unas uñas pintadas del mismo bermellón que tus labios. Y el pelirrojo de tus rizos que descansan despeinados a medio camino de un moño.
Me he pasado la parada, y no voy a decir que ha sido sin querer ni un despiste. No se si hay más gente en el metro y no importa ni (me) importa. Pero me parece un descaro que sigan con su vida en el momento en que tu iluminas todo el vagón.
Y cuando te bajes, y ya no te tenga delante habré perdido. Por no hablarte, por no preguntarte si querías ser la mujer de mi vida. Me sentiré perdiendo y perdida. Y yo que en realidad estoy haciendo esto porque no se dibujar, seguiré una parada más para disfrutar de la resaca.
Sandra