Tocar el cielo con las manos. Al menos rozarlo con la punta de los dedos.
Como si lo imposible no estuviera tan lejos, como si el infinito se diera de bruces con ella, como si lo tuviera enfrente.
Se siente por donde camina porque hay huellas en el suelo. La tierra recuerda sus pasos porque nunca nadie pisó con tanta fuerza.
Piel desnuda y pies descalzos.
Ama cada paso que da, cada cicatriz dulce y cada surco en su cuerpo. Poco a poco avanza y recorre el tacto de su piel, cada curva provocativa, y su aroma embriagador a miel a lluvia y a mar.
Ella sabe donde está el mundo, y ayudada por la gravedad vive con los pies en el suelo y la vista mirando al cielo.
Porque siempre aspiró alto, pero nunca olvidó donde estaba el suelo.
Sandra
Sandra
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