martes, 25 de junio de 2013

Fragilidad en un aliento.

No quiero caer en la fragilidad de las cosas que se vuelven frágiles con el tiempo. Como si los años consumieran poco a poco un infinito que se acerca y que al final no es tan eterno como pensábamos.
Pero hablo de fragilidad como ese aliento que va desgastando un ente que permanece firme desde el principio. Y ese aliento es el que decide todo, cuando al final, cuando todo da vueltas, delegas la verdad a una exhalación porque tu firmeza tampoco es ya tan firme.
La delgada fibra que distingue un aliento en la espalda y un aliento a la espalda. A esa fragilidad me refiero.
Sandra

lunes, 24 de junio de 2013

Me mantendré infromada.

Supongo que empiezo a darme cuenta y ya lo estoy extrañando. Y aunque no lo sepa en el fondo lo estoy visualizando. Es por eso que me ves reír.
Es por eso que me ves reír. Y no quiero imaginarme la felicidad de cuando deje de extrañar. Porque es tan inmensa que da miedo. No quiero solo reír, quiero la felicidad por la que me río.
Supongo que empiezo a darme cuenta y ya lo estoy extrañando. Y no quiero perder la cabeza en una linea recta. Me mantendré informada por si algún día la cordura ya no vuelve. Por si algún día me pierdo en su lujuria y pierdo el norte. Me mantendré informada para saber que el motivo de mi felicidad es lo que antes me hacía solo reír.
                                                                                          Sandra

domingo, 16 de junio de 2013

Irracionalmente.


Te amo,
te amo de una manera inexplicable,
de una forma inconfesable,
de un modo contradictorio.

Aún cuando te digo que no te amo, te amo,
hasta cuando te engaño, no te engaño.

Te amo sin refelxionar, inconscientemente,
irresponsablemente, espontáneamente,
involuntariamente, por instinto,
por impulso, irracionalmente.

Te amo,
sin preguntarme por qué te amo,
sin importarme por qué te amo,
sin cuestionarme por qué te amo.

"Pablo Neruda"


sábado, 8 de junio de 2013

Parasiempre.


Volví a sentirme con diecinueve años, como cuando nos conocimos, como cuando, por las noches, en la playa me preguntaba si la querría para siempre. Parasiempre, le decía yo mientras la amarraba a mí, mientras el que tenía miedo de perderla era yo. Parasiempre, cuando no sabíamos lo que duraba un parasiempre. Parasiempre, pensaba cuando sabía que moriría de dolor si la perdía, si algún día nos separábamos.
El bolígrafo de gel verde (Eloy Moreno)