domingo, 10 de febrero de 2013

En un autobús

Pasas tantas horas en un autobús que al final es imposible no hacer dos cosas.
 La primera pensar a dónde está yendo toda esa gente, qué inquietudes tienen. ¿A caso están siendo felices? Te preguntas si estarán llevando la vida que desean, incluso llega a interesarte qué han desayunado hoy. Como es imposible hacer un repaso de todos los pasajeros te centras en las cuatro personas que tienes alrededor. ¿A quién van a ver? ¿Les estarán esperando en la estación? Cuando llegas te das cuenta que solo va y viene por negocios. Deberías haber reparado antes en el maletín negro que custodia a los pies. Aunque es cierto que a veces ves la mirada inquieta de alguien que esta abajo y que busca una cara en el interior del autobús. La está buscando. Ahí sí, ha tenido suerte, a ella sí que la espera alguien. Deberías haber reparado antes en la sonrisa de su cara y en la mirada perdida en el horizonte a través de la ventana.
La segunda cosa es tu propia vida. Un repaso rápido. ¿La estas aprovechando? Lo bueno, lo malo. Estás orgullosa. Sonríes. Quizá alguien esté pensando si te están esperando en al estación. Imaginas que alguien te espera en la estación. Quizá alguien esté pensando en los negocios de tu viaje. Imaginas el negocio de tu vida. El desayuno que te hubiera gustado tener en lugar de las tostadas del pan que sobró ayer. Deberían haber reparado en la inquietud de tu mirada, en la sonrisas intermitentes. Tú sigues buscando tu camino segura que ellos seguirán con el suyo.
¿Lo sabrán? ¿Se habrán dado cuenta? No, seguro que no.
                                                                                                                                                Sandra


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